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Review This Story || Author: sman2000

Lauryn tras la pista

Part 8

Lauryn no sabía bien si debía poner el arma pegada al cuerpo o darle una distancia. Por algún motivo se sentía más segura pegándole la pistola. Lo agarró por el hombro, desde atrás, y le clavó el cañón un poco por encima de la cadera.


-Nunca saldrás viva de aquí. Lo sabes, ¿verdad?


La periodista hundió un poco más el arma, apretando para hacer algo más de daño. En otras ocasiones lo había sentido en sus propias carnes, sabía el dolor y el miedo que causaba.


-Te conviene que no sea así. Tu también lo sabes, ¿verdad?


Avanzaron juntos sin volver a dirigirse la palabra. Ella no quería hablar y él prefería no enfadarla. Al llegar al pasillo Lauryn descubrió que los ascensores seguían sin funcionar. Nada nuevo. Sin embargo sabía que Lacroix no iba a quedarse encerrado en caso de emergencia.


-Actívalo


El rehén cooperó tras sufrir un par de empujones más. Habría sido absurdo para ambos negar la existencia de una llave para reactivar la maquinaria. Bajaron nuevamente sumidos en el silencio. La tensión crecía progresivamente no solo en el ambiente, sino entre los dos. Descendieron pocos pisos y, con todo, el descenso se les hizo eterno. La reportera casi pensó estar pasando horas allí dentro.


Finalmente sonó el timbre. Las puertas se abrieron poco a poco, incluso dieron la sensación de chirriar. Una vez completamente abiertas, dejaron ver el recibidor. No estaba tan vacío como antes. Había dos hombres armados que en principio miraban al exterior. Se dieron la vuelta al escuchar el timbre del ascensor. Inmediatamente desenfundaron las armas.




Christopher ya estaba en la oficina. Salía tarde y llegaba pronto, al menos en días especiales. Ese día era especial. A última hora de la noche había recibido información preocupante. Una detective de otra comisaría le había enviado datos sobre el mismísimo comisario. Al principio ni los habían tomado en serio. Después, al contrastarlos, habían llegado a asustarse. Todo el equipo llevaba trabajando desde aquel mismo instante. Tan solo se habían tomado un descanso, por turnos, para dormir un par de horas antes de continuar. Los dosieres se habían acumulado tan rápido que tardarían meses en revisarlos todos. Aún así, no tenían ninguna prueba firme. Tan solo evidencias de mal trabajo policial. Si se hubiese tratado de un simple detective lo tomarían con más calma. Todo un jefe de policía requería más urgencia. Antes o después caería, pero necesitaban que fuese antes.


Nada más encender el ordenador recibió el aviso de un nuevo correo. No conocía la dirección, aunque le bastó para comprobar a quien pertenecía. Tenía costumbre de hacerlo con todas las direcciones nuevas. La mayoría de policías, cuando denunciaban a sus compañeros, creaban cuentas que no coincidiesen con las anteriores. Comprobarlas solía ser poco útil. En ese caso fue distinto. Pertenecía a una periodista. Recordó que la detective, Rebecca, había mencionado empezar a investigar siguiendo las indicaciones de una periodista. Tuvo la impresión de estar ante algo importante antes siquiera de abrir el enlace.




El video comenzaba con una puerta cerrada y tres encapuchados esperando a ambos lados. Parecía la puerta de una casa. Se veían setos a los lados, aunque era de noche. La calidad del video resultaba insultantemente buena. Debía ser una cámara prácticamente profesional.


La puerta se abrió tras unos segundos. Era probable que llevasen más tiempo esperando, pero debían haberlo editado.


Asomó una mujer que debía tener unos treinta y cinco años. Iba arreglada, tal vez para una fiesta o una cita. Aunque era difícil medir su altura sin más referencias, Christopher habría apostado por un metro setenta, centímetro arriba o abajo. Era negra, no con la piel muy oscura. De figura grácil, esbelta. Quizás unos pocos kilos más le habrían sentado bien, aunque sus medidas ya eran magníficas. Ochenta de pecho, ochenta y cinco de cadera, y un vientre casi plano. No lucía musculosa, aunque debía cuidarse. Tenía el pelo largo, liso en la parte superior, pero iba rizándose progresivamente hasta llegar a las puntas. La raya estaba ladeada a la derecha, aunque la melena era igual de larga por ambos lados. Descendía a ambos lados del rostro, dejando la frente descubierta.


Iba maquillada. Sombra de ojos gris oscura, muy suave, y los labios marcados de color un poco más oscuro que su propia piel. Nada ostentoso, al contrario, lo utilizaba para remarcar su propia belleza natural. Los ojos almendrados, negros, destacaban en un rostro anguloso de rasgos elegantes, aunque la nariz resultaba algo "chata".


Llevaba un vestido azul turquesa, de tirantes con el escote, generoso sin llegar a ser vulgar, con falda amplia y vaporosa, hasta la altura de las rodillas. Para la ocasión se había puesto medias negras junto a un ligero, que todavía no podía verse en el vídeo, del mismo color, y zapatos de tacón también negros.




Abrió la puerta despreocupadamente, pero se encontró con los desconocidos en la puerta. Iba a gritar cuando el que tenía a su derecha lanzó un fuerte puñetazo contra el estómago. Ella se dobló hacia delante e intentó gritar, aunque no salió aire. No cayó de rodillas porque el puño seguía sujetándola. La hicieron levantar tirando del pelo, teniendo así el estómago a la vista para dos fuertes puñetazos más. Con otro fuerte tirón la arrojaron al suelo, de espaldas, y la arrastraron al interior.


En el siguiente plano, la chica estaba sentada en el suelo del salón. Había perdido los zapatos, probablemente al arrastrarla. La falda se había subido un poco dejando ver la práctica totalidad de los muslos. Las medias, de encaje, llegaban casi a mitad, sujetas por el liguero.


Miraba nerviosa a los tres agresores, sin atreverse a hablar. También miraba a lo que debían ser puertas y ventanas. Se escuchó la voz de uno de los encapuchados. El sonido también era muy nítido.


-Di tu nombre a la cámara.


Ella no habló. Respiraba agitadamente y comenzaba a temblar. Le pusieron una pistola en la cabeza para aclararle las ideas. Su respiración se agitó más aún, y tardó en mirar directamente a la cámara.


-Zoe


Fue casi un susurro, aunque perfectamente audible. Uno de los matones se puso detrás, agarró el vestido con fuerza y tiró hacia abajo. El torso de Zoe quedó desnudo antes de darse cuenta ella, quedando la prenda enganchada únicamente a la cintura, pero rasgada por la parte de atrás. La chica se apresuró a agarrar la tela para cubrir los pechos. La cámara ya los había captado. Un poco más claros que el resto de la piel, con los pezones de color chocolate.


El mismo matón que había rasgado el vestido volvió a agarrarla del pelo. Ella se levantó intentando evitar el dolor. La recostó un pequeño armario. Zoe se apoyó con las manos para no soportar el peso con los senos o el rostro.


-No…


Cerró los ojos y apretó los dientes. No miró cuando le arrancaron las bragas, solo frunció el ceño preparándose para lo peor. Sin más, sin intentar estimularla primero, la penetró. Zoe buscó algo que agarrar para aliviarse. No lo encontró, así que se aferró con fuerza al borde del armario. Las tetas parecían algo más grandes al quedar colgando, expuestas ya que no seguía sujetando el vestido en su sitio. Tenía los pies casi de puntillas en el suelo, intentando igualar la altura de su agresor. Salvo algún gemido lastimero, no emitió ningún ruido. Mantenía los ojos cerrados y tan solo algunas lágrimas escapaban de ellos. En el rostro reflejaba más disgusto, más asco, que dolor, aunque de vez en cuando torcía el gesto coincidiendo con las embestidas más duras. Al notar al asaltante apunto de correrse, negó con la cabeza un par de veces. El tipo acabó dentro y, tras empujarla contra el mueble, se alejó trastabillando. Zoe se deslizó, cayendo de rodillas al suelo. Intentó subirse una vez más el vestido.




El segundo agresor la agarró nuevamente del pelo. Parecían disfrutar haciéndolo. Tiro un poco hasta dejarla más o menos en el centro del salón. Utilizando bastante fuerza, separó las piernas para arrodillarse en medio.


Zoe había permanecido resignada hasta el momento, pero algo cambió. Comenzó a lanzar manotazos, puñetazos mal guiados, y arañazos. Eran completamente inútiles para dañar seriamente a un tipo tan grande, pero bastaban para impedirle guiar su miembro a la vagina de la joven. Ella golpeaba ciegamente sin distinguir entre rostro o torso.


-¡Sujeta a esta zorra o voy a tener que darle de hostias!


El que aún estaba reponiéndose de su propio orgasmo, algo molesto, volvió a acercarse para agarrar ambos brazos.


-¡No no no no!


Repitió ella histérica


-¿Qué le pasa a esta zorra?, ¡si ya te la has follado!


Aunque la chica no dejaba de revolverse, acabaron penetrándola de nueva. En esta ocasión si gritó, y su violador tuvo que taparle la boca. Cuando Zoe se vio incapaz de evitarlo, volvió a calmarse. Cerró los ojos una vez más y esperó a que todo terminase. De nuevo eyacularon dentro.


Zoe respondió a su instinto intentando acurrucarse en posición fetal. Siguiendo la costumbre, la agarraron por el pelo. Acabó sentada como al principio, en mitad del salón. Agarró cuanto quedaba del vestido con la mano derecha. Lo levantó por encima de la altura de los pechos. La parte trasera ya estaba completamente rota, aunque le servía para taparse por delante.


El primer violador intercambió posiciones con quien estaba en la cámara. Fue este último quien se puso a espaldas de Zoe. También fue quien empezó a hablar.


-¿Quieres que nos vayamos, Zoe?


Ella asintió despacio.


-Está bien, pero antes quiero que hables un poco para la cámara. ¿Podrás hacerlo, cariño?


Aunque el "cariño" no le hizo ninguna gracia, asintió de nuevo.


-Dinos, Zoe. ¿Qué ha pasado esta noche?


Zoe miró confusa a la cámara.


-Quiero que lo resumas para la cámara.


-Yo… - respiró hondo. Usó la mano izquierda para limpiar nuevas lágrimas. -Yo iba a la fiesta de mis amigas. He… he abierto la puerta. Me habéis pegado. No podía respirar. - Sollozó un par de veces. - Me habéis violado. Dos veces. Y… tengo miedo.


-¿Te ha gustado?


Zoe abrió los ojos, incrédula.


-No… no. Ha sido horrible. Asqueroso. No teníais derecho. Él me ha hecho daño. Solo quería que acabase, pero luego él me ha…


Quien estaba detrás, haciendo preguntas, la agarró por la barbilla y la coronilla a la vez. Tiró en direcciones opuestas además de forzar la barbilla hacia arriba y la coronilla hacia abajo. El micrófono apenas captó sonido alguno, pero los huesos crujieron, seccionando también la médula.


Zoe se desplomó en el suelo con un par de espasmos. Los pechos volvieron a quedar descubiertos. Estaba paralizada de cabeza hacia abajo. A pesar de la creencia popular, romper el cuello, incluso haciéndolo bien como había sido el caso, no mataba instantáneamente. Ya no tenía control sobre ninguno de sus músculos. Las vías de aire estaban obstruidas. No podía respirar. Movía los ojos de un lado a otro, histérica. Boqueaba como un pez. Emitía una especie de silbido, como una flauta rota y desafinada.


Su asesino la ladeó. Hizo a un lado la falda del vestido. Por primera vez la cámara captó la zona vaginal, perfectamente depilada, manchada de semen e irritada. El hombre levantó la pierna desde la rodilla, se tumbó detrás. La penetró. Ella ni siquiera debió notarlo. No sentía los pechos balancearse. Boqueaba más rápido cada vez.


En algún momento pasaron de estar violando una mujer moribunda a follar con un cadáver. Cuando acabó, se corrió dentro, como los demás. Tras levantarse dejó caer la pierna. Zoe terminó con el cuerpo boca abajo sobre el suelo, pero la cabeza torcida innaturalmente, aún mirando a la cámara. La escena acabó con un primer plano del rostro desesperado, confuso, aterrorizado, y sin vida.




Ni Christopher ni sus hombres podían creer lo que habían visto. Algunos miembros del equipo, para su vergüenza, habían llegado a excitarse con la violación. El asesinato les había tomado tan por sorpresa como a la propia Zoe. Ni siquiera habían tenido tiempo para apartar la vista. Christopher había guardado el archivo, iban a necesitarlo, pero lo cerró inmediatamente.


-Joder. Joder.


Siguió repitiéndolo cada vez más rápido. Sacudió la cabeza antes de serenarse.


-De acuerdo. Tenemos a ese hijo de puta. Roberts, despierta a alguien para conseguir una puta orden. Connor, llama a la división para tener un equipo táctico listo. Los demás, dejad cuanto estéis haciendo. Quiero que localicéis a nuestras dos informadoras de inmediato. No hay ningún otro caso, ninguna otra tarea. Vamos a detenerlos a todos esta misma noche. ¿Por qué no estáis moviéndoos aún?  ¡Vamos joder!




Lauryn miró a los hombres armados. Esta era la parte complicada del asunto. Sabía que iba a llegar en la misma medida que esperaba haberla evitado. Intentó evitar el temblor de piernas. Si notaban cualquier duda estaba perdida. Empujó un par de veces a Lacroix para ponerlo a andar.


-Está bien. Si hacéis cualquier cosa, yo me pongo a disparar. ¿Entendido?


Todos asintieron, especialmente cuando Lauryn obligó a Lacroix a pedírselo amablemente.


-Echaros los dos a la derecha.


No quería darle la espalda a ninguno de ellos. Cuando les pasó por delante usó al rehén de escudo humano. Abrió con la pierna la puerta al exterior. Ya solo necesitaba caminar hasta el coche.


No vio que había otro hombre fuera. Este esperó hasta tener a su alcance la pistola, cuando Lauryn iba a pasar por su lado. La periodista solo vio movimiento por el rabillo del ojo. Quiso reaccionar, aunque fue tarde. Una patada lanzó el arma arriba. Lauryn lanzó un puñetazo al guardaespaldas. Este lo desvió con una mano, moviéndose a la vez para ganar la espalda. Rodeó el cuello de la mujer con su antebrazo derecho mientras usaba la mano izquierda para apretar la parte trasera de la cabeza, cortando circulación y respiración a la vez.


Ella intentó separar el brazo tirando con ambas manos a la vez. Hacía falta más fuerza. Buscó a ciegas la cabeza. Arañó el rostro, arrancando gritos de dolor, e intentó volver a retirar el brazo. Cuando falló, lanzó codazos, puñetazos. Todo era errático. Empezaba a sentir la cabeza ligera, viéndose incapaz de reunir un mínimo de concentración. Ni siquiera se había dado cuenta que las piernas llevaban ratos sin sostenerla. Tan solo seguía incorporada porque el agresor la mantenía así. Los ojos comenzaron a volverse hacia arriba. Intentó estirar la mano derecha adelante, buscando ayuda. Tras pocos segundos la bajó. Ambos brazos quedaron colgando de los costados. Luego todo se volvió oscuro.


El guardaespaldas apretó un poco más. Miró a sus compañeros y a su jefe.


-¿Le parto el cuello?


Lacroix se arregló la corbata mientras sonreía.


-No. Es periodista. Una buena periodista. Ha seguido las pistas de su historia hasta nosotros. Dejémosla participar en nuestro final de temporada.


Los guardaespaldas sonrieron como su jefe. Ataron pies y manos de la chica antes de meterla en el maletero de su propio coche. La noche estaba llegando a su fin.


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