Back to Content & Review of this story Next Chapter Display the whole story in new window (text only) Previous Story Back to List of Newest Stories Next Story Back to BDSM Library Home

Review This Story || Author: sman2000

Lauryn tras la pista

Part 1

UNOS DÍAS ATRÁS


Kate y sus amigas habían llegado a la pequeña mansión poco antes del medio día.  Su padre le había dejado la casa para una pequeña fiesta de fin de semana. Kate llevaba pidiéndolo meses. Había esgrimido toda clase de argumentos para lograrlo. Un merecido descanso, aprovechar con sus amigas para alejarse de la universidad, la recompensa por tanto tiempo de dedicación a los estudios. Al final, en el último momento, su padre había cambiado de opinión. Kate creía que al principio había estado intentando evitar la mala imagen de cara al público. Albert, su padre, se presentaba a la alcaldía de la ciudad. Toda la familia debía dar muestras de compromiso y austeridad. No importaba, había acabado cediendo.


En realidad, la joven podía entender los motivos de su padre. Era rubia natural, al igual que su hermana y su madre, con melena por debajo de los hombros . Tenía los ojos entre azules y verdes, pícaros a la vez que risueños. Labios carnosos, un lunar por encima del superior, completaban un rostro casi angelical. Sus medidas también eran de infarto. No tenía la típica figura de quien se desvive por cuidarse. Nada más lejos. En su caso era natural. Las piernas y las caderas, sin ser su mayor atractivo, lucían casi como las de una modelo, un poco menos escuálidas. Sobretodo destacaban los pechos. Jóvenes, grandes, y firmes. El tamaño justo para destacar sin resultar vulgares.

Desde luego era una preciosidad. La prensa la había seguido desde los inicios de Albert en política. No habían encontrado ningún escándalo cómo tal vez podía esperarse de una joven de belleza tan explosiva, Kate no daba motivos. Le gustaba una buena fiesta tanto como a cualquiera, pero salvo alguna pequeña borrachera, siempre había sido una buena chica, discreta en cuanto a su vida sexual… que tampoco era tan activa. Tan solo se había acostado con su ex novio, pero este la había dejado unos meses atrás, cuando empezó el acoso de la prensa.


Para Kate esta era la ocasión ideal, el momento de dejar atrás el trasiego del día a día. Disfrutar de la playa privada, sin periodistas carroñeros cerca, pasar el tiempo con sus amigas, montar una fiesta en condiciones tras un par de noches, y tal vez invitar a unos chicos. No había ido allí pensando en conseguir un ligue o en dejarse seducir, pero tampoco se cerraba esa posibilidad.

Le resultó fácil convencer a sus amigas de toda la vida. Todas querían unos cuantos días de independencia y diversión. También se parecían en algo más, todas venían de buena familia, incluso del mismo barrio.


Alexandra, a la que todos llamaban Alex, era casi como su hermana. Llevaban toda la vida juntas. Tenía el pelo castaño claro, siempre recogido en una cola, y los ojos grandes y grises. Su rostro también era bastante jovial, aunque tenía un aire más inocente que las demás, tal vez por ser la única virgen del grupo. Aunque era un poco más bajita que Kate, tenía los pechos casi igual de grandes. Su piel era tal vez demasiado pálida, eso sí, sin afearla un ápice. Con respecto a su amiga, Alex salía ganando en el trasero. Siempre había tenido montones de pretendientes. Siempre los había rechazado. Ningún novio le duraba mucho tiempo. Tenía la firme convicción de llegar virgen al matrimonio. Algo así echaba para atrás a la mayoría.


Jaimie era la que menos llenaba el sujetador, también la más alta. Sus facciones podían ser algo más duras que las de sus amigas, pero resultaba igual de atractiva. Tenía ese aire de mujer inalcanzable y elegante, a pesar de su corta edad.  La melena, negra como el ébano, llegaba a mitad de la espalda. Tendía a rizarse un poco y Jaimie ya no luchaba contra ello ni intentaba alisarlo. Había descubierto que encantaba a los hombres. Gran ventaja para una chica presumida como ella. Sus ojos, generalmente más serios e incluso un poco arrogantes, eran del color de la miel. Sus pechos eran más pequeños, aunque tampoco estaba plana, al contrario, su figura resultaba bien proporcionada, estilizada, elegante. Cómo Kate, no era virgen, pero su carácter exigente le impedía tener una pareja estable y ella se veía por encima del sexo esporádico. Tenía un gran concepto de sí misma. Quien quisiera disfrutar de sus encantos debía ganárselo a pulso.


Ya atardecía mientras las tres disfrutaban de una tarde tranquila junto a la piscina. Al día siguiente bajarían a la playa a tomar del sol antes de comenzar los preparativos de la gran fiesta. Antes, solo querían pasar un tiempo solas. La universidad ya no les dejaba tanto tiempo para hablar cómo antes.

Kate estaba sentada al borde de la piscina con las piernas dentro del agua. Llevaba la parte de debajo de un bikini verde. A parte de eso solo vestía con una camiseta blanca que marcaba sus deliciosos pechos a la perfección.

Jaimie jugueteaba con su móvil mientras permanecía recostada sobre una tumbona a pocos pasos del jacuzzi. Ninguna de las tres entendía por qué el jacuzzi no estaba a nivel de suelo, cómo la piscina. Tal vez lo habían añadido después. La joven vestía un sensual bikini morado, y también llevaba una camisa negra, ahora abierta, preparada para cuando comenzase a refrescar.

Alex se había tumbado directamente sobre el césped, boca abajo. Llevaba unos shorts vaqueros y una camiseta negra, sin mangas, también ajustada.

Las tres hablaban sobre cosas intrascendentes. Los nuevos moscones a los que Jaimie había rechazado, los progresos de Alex en la carrera de medicina, o lo atareado de la agenda de Kate desde que su vida había pasado a formar parte de la campaña de su padre.

Ninguna de las tres esperaba lo que iba a ocurrirles.


UNOS DÍAS DESPUÉS


Lauryn era una periodista de éxito. A pesar de su corta edad, se había ganado el respeto de sus compañeros por sus arriesgados reportajes. A ella no le interesaba quien se acostaba con quien, ni los desvaríos del famoso de turno. No, ella era periodista de investigación. Había destapado varios escándalos. Corrupción, desfalco, estafas a gran escala. Todo periódico serio se peleaba por tenerla. Ella los ignoraba, prefería el trabajo de freelance.

Al principio no había sido fácil. El resto del gremio la consideraba una cara bonita que, sin duda, había avanzado en la vida a base de mamadas. Habían tardado en darse cuenta, pero se equivocaban. Sí, era cierto que Lauryn poseía gran belleza. Tenía el pelo negro, dejándolo caer en una corta melena hasta los hombros. Su figura era envidiable, la de una bailarina, no en vano había dedicado varios años, incluso durante la universidad, al baile. Casi se había convertido en profesional… pero decidió seguir en el periodismo. Tal vez los pechos no eran demasiado grandes, algo más pequeños de la media. El culo compensaba con creces. Sin embargo todo palidecía en comparación a sus ojos. No era el color, marrón oscuro, nada fuera de lo normal. Era el tamaño. Tenía unos ojos grandes, expresivos, seductores y tiernos, cálidos. Muchos podían pasar horas mirándolos. Todo su rostro era simplemente hermoso, con una sonrisa preciosa, facciones dulces, delicadas… pero sin duda los ojos hacían que muchas veces la gente olvidase fijarse en lo demás.

Respecto a esos primeros rumores, totalmente infundados. No era ninguna mojigata, disfrutaba del sexo como cualquier persona, pero no era una herramienta para ella. Era incluso un tanto pudorosa y tradicional, falta de ganas de experimentar. Desde luego distaba mucho de ser la puta que algunos afirmaron cuando aún no se había labrado un nombre. Tal vez muchos simplemente querían acostarse con ella y acababan decepcionados al no conseguirlo.


Lauryn estaba en el depósito, releyendo el informe de las autopsias y a la vez el informe policial. Ambos eran clasificados, pero ella sabía qué teclas tocar para conseguirlos. Miraba fotos, bastante asqueada. Leía y leía. Aquello no tenía sentido. Kate Lacroix, hija de Albert Lacroix, uno de los más firmes candidatos a la alcaldía, había aparecido muerta en la casa de campo familiar. Junto a ella sus dos amigas de toda la vida. Los cuerpos castigados, ultrajados, con abundantes restos de semen, sobretodo el de la joven Lacroix. El forense hablaba casi de tortura para las tres chicas. Por supuesto, siendo las tres niñas ricas, una de ellas hija del posible nuevo alcalde, la policía había comenzado a investigar rápido. El propio comisario, amigo personal de la familia, llevaba las riendas del caso. Su informe hablaba de un grupo de ladrones. Allí empezaba a perder sentido todo.

Lauryn sabía que había grupos cómo esos dedicándose a robar en casas de lujo, sobretodo en fincas aisladas como esa. Algunas bandas utilizaban niveles alarmantes de violencia, pero no mataban a sus víctimas. No había motivos. De hecho, en la zona se habían denunciado varios robos pero ninguna violación en las víctimas. La versión oficial es que de algún modo las chicas habían identificado a los asaltantes y estos las habían matado. Eso podría parecer profesional. Un gesto tan profesional contrastaba con dejar los cuerpos llenos de semen.

Su instinto de periodista se había disparado. No era por ver un informe descuidado, no era el primero ni creía que fuese el último. Lo que le chocaba era que estuviese firmado por el mismísimo comisario, sin admitir pegas ni correcciones.

Aunque detestaba este tipo de crímenes, decidió investigarlo. Se olía algo interesante. Por desgracia necesitaba un poco más de información para ir empezando. En seguida llamó a su amiga Rebecca. Era policía, detective de homicidios. No pertenecía a la misma comisaría, pero podría ayudar. Lo malo sería deberle otro favor. El día que decidiese cobrárselos…


Rebecca estaba tumbada de espaldas sobre la cama, desnuda. La detective era una de esas mujeres hermosas sin proponérselo. Era rubia, de pelo corto aunque con peinado femenino. Sus ojos azules resaltaban en una cara hermosa y redondeada. En aquel instante los mantenía entrecerrados mientras se mordía el labio inferior y agitaba la cabeza de un lado a otro, llegando a morder la almohada, con el rostro torcido de placer, gimiendo despreocupadamente.

Arqueaba la espalda agitando así aún más su glorioso par de tetas. Algunos compañeros bromeaban diciendo que si se cansaba de la policía, podía trabajar cómo modelo de lencería. No les faltaba razón, sus pechos eran casi perfectos, y muy sensitivos como demostraba la mano de su amante mientras jugueteaba con el pezón izquierdo. Sus piernas, bonitas y musculosas, se encontraban entrelazadas sobre los hombros de un tipo grande y pelirrojo. Este se afanaba en utilizar la lengua con maestría, causando orgasmo tras orgasmo.

Rebecca ya no sabía cómo retorcerse. Su novio, o más bien prometido desde esa misma noche, siempre había sido hábil con el sexo oral. Una cualidad que Rebecca veía escasear entre los hombres últimamente. Ted era distinto, sabía complacerla y lo estaba demostrando. Ella había tratado de contenerse, de aguantar un rato más. No le gustaba parecer demasiado poco exigente. Ya no podía más. Simplemente se abandonó a la lujuria mientras se agitaba más aún, moviendo las caderas para incrementar aún más el placer. No estaba segura de si era amor o solo sexo, pero era un sexo por el que merecía la pena arriesgarse.


Tras el último y demoledor orgasmo, uno casi capaz de hacerla perder el sentido, comenzó a sonar el teléfono. Rebecca dudó en cogerlo. No lo habría hecho si la melodía no hubiese interrumpido la labor de Ted.

-Sigue - intentó empujar la cabeza entre las piernas otra vez. - Ya llamarán otra vez.

Ted sonrío con malicia y le acercó el teléfono a la preciosidad rubia que se derretía en oleadas de lujuria y deseo. Rebecca lo cogió entre decepcionada y frustrada. Vio el nombre de Lauryn antes de descolgar.

-Más vale que sea importante, zorra, o te voy a patear el culo. Sí, sí interrumpes algo. ¿Si era importante?, pues sí, tenía la lengua de Ted en él… oye, tú has preguntado, y me has interrumpido. - Se notaba que estaba de mal humor. Solo era tan grosera cuando estaba de mal humor.

-De acuerdo, te escucho, pero esta vez me la debes bien grande. ¿Qué?, esa ni siquiera es mi comisaría… vale, vale, es verdad, aciertas a menudo. Haré unas preguntas, pero no prometo nada, ¿vale?

Colgó a tiempo para ver a Ted buscando su ropa. La vida de un bombero tampoco era fácil… pero no estaba dispuesta a dejarle ir así.

-Eh, grandullón - dijo con voz lasciva - no quiero que te vayas así.

Se levantó, aún desnuda, y caminó despacio hacia su prometido. Le acarició el pecho con la punta de los dedos, suavemente. Necesitó ponerse de puntillas para darle un beso tierno y apasionado, saboreando sus propios jugos vaginales.

-Creo que te debo un favor, solo por ser justos.

Se arrodilló poco a poco mientras comenzaba a masturbar el pene del grandullón. Mientras este alcanzaba la erección, Rebecca lo lamía suavemente, acariciando los testículos con la mano izquierda. Cuando ya estaba completamente duro, introdujo el glande entre los labios. Comenzó poco a poco, apretando con suavidad, jugando con la lengua, y sin dejar de masturbarle con la mano derecha. Entonces fue ella quien se encontró las manos de Ted agarrándola por el pelo, y con las caderas de su amante bombeando. El ritmo de ambos, perfectamente acompasado, fue aumentando progresivamente. Ambos perdieron la noción del tiempo hasta que Ted, por sorpresa, comenzó a correrse. Rebecca no tuvo más remedio que tragar las primeras eyaculaciones. No las esperaba. Después pensó en sacar el miembro de la boca, pero Ted la mantuvo sujeta. No hizo falta forcejear mucho, Rebecca sabía ser justa. No le gustaba para nada tragárselo, sin embargo con el servicio que ella misma acababa de recibir, estaba dispuesta a ser más comprensiva por una noche.


A la mañana siguiente, Lauryn conducía su pequeño coche hacia el centro. Si tenía razón y los asesinatos no eran consecuencia de un robo, debía investigarlo como cualquier otro crimen de alto perfil. No podía ir a Albert Lacroix, acosado por una legión de otros periodistas, y preguntarle por sus enemigos. Decidió preguntar a Brenda Lacroix, hermana de Kate. La joven también debía estar afectada, era su hermana después de todo. Según sabía ambas se llevaban bien. Los Lacroix no eran el típico ejemplo de familia escandalosa que salta a los medios. Brenda, que cursaba su último año de estudios, tenía un ático propio, regalo de papá, en el centro de la ciudad. Confiaba en poder encontrarla allí.



Review This Story || Author: sman2000
Back to Content & Review of this story Next Chapter Display the whole story in new window (text only) Previous Story Back to List of Newest Stories Next Story Back to BDSM Library Home