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Review This Story || Author: sman2000

Espada y brujeria 01

Part 8

A·n quedaba mucho tiempo para el anochecer. Los tres hombres salieron de la habitaci=n tras atar las manos de Erin a la espalda. La dejaron en el suelo. Ella no se movi=. Tan solo se encogi= hasta quedar en posici=n fetal. Emilie trataba de hablarle. Al principio no consigui= ninguna respuesta. Pas= tal vez una hora hasta que la joven comenz= a responder. Primero rompi= a llorar. Luego se acerc= hasta Emilie y se sent= a su lado en el suelo. Las dos trataron de consolarse la una a la otra.


De pronto volvieron a ofr pasos. Se abri= la puerta dejando entrar a casi una treintena de n=rdicos, a Siric, y a Nox. Fue el hechicero quien habl=.


-Como os prometf, los capitanes podTis disfrutar de la hermana peque±a. Nada del co±o o el culo. Por lo demßs, es toda vuestra.


Los hombres empezaron a desnudarse de inmediato. Erin mir= desesperada a Emilie. No podfa pasar por eso. Simplemente no podfa. Emilie mir= con la misma desesperaci=n a su hermana. Debfa hacer algo.


-íNo! Yo lo harT, +de acuerdo?, yo lo harT.


Erin mir= a su hermana y dijo "no" entre susurros. Siric la interrumpi=.


-+Y por quT iba a hacerte caso? Ella es mßs joven, seguro que todos disfrutan del botfn.


-Pero yo lo harT voluntariamente. Dejadla en paz y yoà harT lo que querßis. No tendrTis que obligarme.


Siric se mostr= dubitativo.


-Eso dices ahora, pero luego podrfas quedarte parada sin hacer nada.


-No. HarT que les guste, ya lo verßs.


-De acuerdo, haremos un trato. Todos ellos tienen que correrse al menos una vez. Si no lo hacen antes del anochecer, tambiTn ejecutaremos a tu hermana. Mßs te vale esforzarte. -Se gir= y habl= para sus hombres. - Ya sabTis. Las mismas condiciones. Ni el co±o ni el culo.


El hechicero sonri=. No tenfa intenci=n de compartir a Erin. Solo querfa que Emilie se ofreciese voluntaria.


Dos hombres desataron a Emilie. Al principio le cost= mantenerse en pie. Tenfa el cuerpo entumecido y dolorido por mantener semejante postura durante tanto tiempo. Necesitaba un respiro antes de empezar. Le asqueaba solo pensarlo.


Nox se movi= el primero. Lleg= hasta Emilie, la empuj= por los hombros, y la dej= de rodillas. Se sac= la polla de los pantalones. No esper= a que la joven hiciera nada. Le plant= el miembro en los labios, agarr= la cabeza con ambas manos, y la oblig= a metTrsela en la boca. Emilie abri= los ojos como platos. Habfa hecho eso alguna vez, pero no de aquel modo. Nox no estaba practicando sexo oral con ella, estaba follßndole la boca. Pens= en intentar detenerle con los brazos. Entonces record= el trato. Tenfa que colaborar. Comenz= a mover la lengua. Trat= de apretarle un poco con los labios. Con otros podrfa haber funcionado mejor, pero Nox no se dejaba hacer. Simplemente segufa follando. A ratos Emilie apenas podfa respirar. Tenfa arcadas. Nox sonrefa con malicia.


-No estß mal. Te resistes un poco mßs que tu amiga de las tetas grandes, pero no estß mal.


Emilie tard= en comprender. Se referfa a Jenna. Aquel bastardo habfa matado a Jenna. Habfa matado a su mejor amiga y ahora ella se la estaba chupando. Comenz= a llorar de nuevo. Debi= excitar a Nox porque se corri= casi de inmediato. El mercenario sujet= con fuerza la cabeza de Emilie y no la solt= hasta haber vaciado todo en su boca y garganta. Cuando por fin el pene sali= de sus labios, Emilie comenz= a toser expulsando parte del semen. Siric se acerc= a su lado.


-Pierdes demasiado tiempo. De uno en uno no lo vas a conseguir. Mßs te vale darte prisa si no quieres que preparemos dos sogas.


Emilie levant= la cabeza con rabia. Querrfa haber tenido su magia para matar al hechicero en el acto. Sin mßs opciones, gate= hasta el grupo mßs cercano de n=rdicos. Se meti= la polla del primero en la boca y agarr= las de otros dos con una mano cada una. Comenz= a chupar y a masturbarles con desesperaci=n. El primero tambiTn se corri= en su boca. El segundo eyacul= por sorpresa sobre el rostro de Emilie. El tercero tambiTn eyacul=, pero no acert= sobre la hechicera.


Emilie volvi= a escupir el semen. Querfa moverse hacia el siguiente grupo. Ellos lo hicieron antes. Uno agarr= a la hechicera por la espalda. Ella intent= protestar y forceje= para soltarse. No tenfa tiempo que perder. El hombret=n hizo caso omiso. La llev= casi a rastras hasta la mesa donde habfan violado a su hermana. La tumb= boca arriba con el cuello y la cabeza sobresaliendo del mueble. Otro de los n=rdicos se sent= encima de ella, puso el pene entre sus pechos, apret= con ambas manos para que los senos apretasen contra su falo, y comenz= a masturbarse con ellos. Emilie sabfa que no podfa "atender" a uno solo, por eso intent= quitßrselo de encima. Le faltaba fuerza. Mientras tanto lleg= otro mßs que le agarr= la cabeza y la hizo bajar de forma que la cara mirase directamente hacia Tl. En esa postura la hizo abrir la boca y empez= a follßrsela. Ella se asust=. Le costaba respirar por el peso sobre el torso, no vefa mßs que los testfculos de su nuevo asaltante, y por si fuera poco volvfa a tener arcadas. A·n asf not= como guiaban su mano derecha hasta otro pene. Lo agarr= suavemente antes de empezar a masturbarlo. Casi al instante not= lo mismo en la izquierda. Cuando quiso darse cuenta tenfa un n=rdico follßndose sus tetas, otro la boca, y dos mßs a los que estaba masturbando.


Progresivamente fueron acabando mientras otros iban remplazßndolos. Algunos se corrfan dentro de la boca, pero la mayorfa intentaba apuntar al rostro o el torso. Emilie consigui= bajar de la mesa para quedar de rodillas de nuevo, volviendo a masturbar a dos mientras se la chupaba a otro mßs. Uno tras otro iba satisfaciendo a todos. Cuando acab= tenfa manchas de semen en los pechos, en la caraà en general por casi todo el torso. Su mo±o se habfa medio deshecho, dejando algunos mechones de pelo caer por la espalda. Pas= los siguientes momentos tosiendo y llorando, arrodillada en el suelo. Hacfa rato que habfan sacado a Erin de allf. Tantos gritos les molestaban.




Transcurridos unos largos minutos, la mayorfa de n=rdicos habfa abandonado la habitaci=n. Los dos ·ltimos, tras vestirse, se acercaron a Emilie. La hicieron ponerse en pie. Le ataron las manos a la espalda. Siric volvi= a ponerse en frente. La agarr= por la barbilla para forzarla a mirarle a los ojos.


-Es la hora.


Emilie se estremeci= al ofrlo. Habrfa salido corriendo si sus dos guardianes no hubiesen tenido los reflejos suficientes para agarrarla de inmediato, uno por cada lado. Luch= un poco mßs intentando soltarse. No empezaron a moverse hasta que ella se cans= lo suficiente para ejercer menos resistencia.


Entre los dos la llevaron hasta la salida de la bodega. El sol ya estaba cerca del horizonte, aunque debfa quedar al menos una hora para el anochecer. El cielo estaba rojizo. Una vez superada la puerta habfa un pasillo formado por los n=rdicos. Todas las hechiceras supervivientes tambiTn estaban allf, a la fuerza, obligadas a ver su lfder caminar. El pasillo conducfa directo hacia uno de los pocos ßrboles que a·n estaban en pie en mitad del jardfn. Desde una de sus ramas descendfa una soga con una especie de lazo. El otro extremo de la soga llegaba hasta el suelo, aunque habfa dos hombres allf sosteniTndola.


Emilie no empez= a andar hasta que la empujaron desde atrßs. Todas sus compa±eras y amigas, todos los invasores, podfan verla completamente desnuda y mancillada. Se limit= a mirar al suelo. No crefa ser capaz de soportar cruzar la mirada con nadie. Camin= pasando entre todos, ante las obscenidades de los hombres y los sollozos de las mujeres, hasta que la hicieron detenerse.


A ambos lados, intercalados con la gente, estaban los cadßveres de las hechiceras cafdas en combate. Los cuerpos estaban encerrados en una especie de bloques de alg·n material creado mediante magia. Era trasparente como el cristal, sin embargo mantenfa los cuerpos en perfecto estado como si los conservasen en hielo. Asf sus gestos de terror al morir, sus muecas de sufrimiento, quedarfan a la vista durante varios siglos. Emilie dej= escapar mßs lßgrimas al ver a sus antiguas compa±eras muertas. Seg·n se acercaban al ßrbol se iban encontrando los cadßveres de las hechiceras con mßs rango. Siric debfa haber obligado a las supervivientes a identificarlas. El ·ltimo cuerpo era el de Jenna. Emilie volvi= a parar al ver a su vieja amiga. Quedaban pocos retales de ropa en el cuerpo. Tenfa una fefsima herida en el cuello. Las comisuras de los labios y la barbilla, al igual que la vagina, manchados de semen. La mirada perdida.


-Jennaà


Emilie no habfa tenido tiempo de despedirse, ni iba a tenerlo. Volvieron a obligarla a andar. Ella volvi= a detenerse cuando estaba a veinte pasos de la soga. Intent= retroceder. Los n=rdicos volvieron a agarrarla uno por cada lado para llevarla hasta debajo de la cuerda. Requirieron mßs fuerza de la que esperaban. Alrededor se habfa congregado toda la multitud, creando un cfrculo de personas que iba a ver la ejecuci=n ya fuese por gusto, como los n=rdicos, o por obligaci=n, como las hechiceras.


Mientras los dos "escoltas la mantenfan en su sitio, un tercer hombre se acerc=. Acab= de bajar la soga hasta la altura de Emilie. Oblig= a la mujer a meter la cabeza en el lazo. Luego apret= hasta hundir un poco la cuerda en la piel del cuello, el nudo qued= en el lado derecho. Con las manos atadas a la espalda jamßs conseguirfa soltarse. Entonces la dejaron sola. Emilie comenz= a respirar rßpidamente. Sus pechos se agitaban de forma deliciosa. Ella miraba de un lado a otro. Vefa las caras de horror de sus compa±eras, sobre todo la de Erin. Su joven hermana, a la cual habfan permitido vestirse, gritaba con fuerza. Intentaba llegar hasta Emilie. Algunos hombres tuvieron que sujetarla e incluso atarla allf mismo. Emilie cerr= los ojos mientras lloraba desconsoladamente.


La soga comenz= a tensarse. Dos hombres tiraron del otro extremo, haciendo palanca en una rama del ßrbol. Emilie not= la presi=n en el cuello. Fue estirßndose hacia arriba. Los tacones de los zapatos dejaron de apoyarse en el suelo. Tan solo se mantenfa en pie con las puntas de los dedos. Su respiraci=n se volvi= frenTtica. Temblaba de miedo. Volvieron a dejarla unos minutos de ese modo. Tuvo tiempo para que el miedo se apoderase de ella. Sacudi= las manos en un vano intento por soltarse. Lo ·nico que no hizo fue suplicar. Quizßs Siric prolong= aquella fase de la ejecuci=n esperando ofrla suplicar por su propia vida. Si la idea era esa no lo consigui=.




Nox sali= de entre el p·blico. Camin= hasta ponerse a la espalda de Emilie. Iba completamente desnudo. Siric habfa pensado en tomar Tl mismo su lugar, pero al final decidi= cedTrselo a Nox. El primer motivo era mantenerlo contento. Le iba a necesitar para el resto de la guerra. El segundo, y mßs importante, era que Siric querfa mirar. Por mucho que supiese que le habrfa gustado tomar el lugar del mercenario, sabfa que preferfa guardar el recuerdo de la ejecuci=n en sus retinas. Ademßs, tendrfa muchas noches para desahogarse con Erin, que tambiTn recordarfa aquello durante el resto de sus dfas.


Emilie respiraba tan rßpido que se iba a marear. No escuch= los pasos a su espalda. Sin embarg= sinti= una mano agarrßndole la cadera. Otra mano comenz= a introducirle un par de dedos en el ano. Realiz= movimientos circulares. Emilie no podfa apartarse porque si hubiese dado un paso adelante, o atrßs, habrfa quedado colgando solo por el cuello. Los dedos salieron. Escuch= a alguien escupir detrßs. Los dedos volvieron a entrar algo humedecidos. Extendieron saliva alrededor del ano y en el interior.


Nox se asegur= de prepararse bien. Era evidente que nadie se habfa follado ese culo. Mientras segufa sujetando la cadera, utiliz= la mano libre para guiar el pene hasta el ano. Requiri= de un buen esfuerzo para irla penetrando poco a poco. No habrfa podido hacerlo de un golpe. Incluso a Tl le estaba doliendo. A·n asf era un dolor gratificante. Su polla estaba en la gloria, apretada como jamßs la habfan apretado.


Emilie emiti= varios gemidos lastimeros mientras empezaban a sodomizarla. Jamßs habfa osado a probar el sexo anal. Grit= cuando, tras un par de movimientos lentos para meterla y sacarla, su violador sac= el miembro casi del todo para meterlo en un solo golpe. Asf comenz= la parte salvaje de la violaci=n. Desde el p·blico se escuchaban los llantos del resto de hechiceras. Las s·plicas de Erin. Carecfan de efecto en Emilie. No era que no apreciase el amor que sentfan por ella, simplemente no las ofa. El dolor era demasiado intenso. Ademßs, si se descuidaba, las embestidas la hacfan moverse y asfixiarse hasta que volvfa a hacer pie.


Los verdugos volvieron a tirar de la cuerda. Finalmente los pies de Emilie se despegaron por completo del suelo. Ambos hombres ataron la cuerda al tronco de otro ßrbol.


Emilie comenz= a patalear en el aire. Ya no podfa respirar de ning·n modo. La soga se hundfa en su piel hasta ara±arla. No dejaba pasar nada de oxfgeno. Vefa el horizonte inclinado a un lado pues la cuerda, al tener el nudo a la derecha, la obligaba a torcer la cabeza al lado contrario. Los movimientos de piernas eran tan enTrgicos que pronto perdi= ambos zapatos. La joven sentfa tal agonfa en el cuello que lleg= a olvidar la violaci=n a la que estaban sometiTndola. Los pulmones comenzaban a arderle. Descubri=, fortuitamente, que cada vez que su violador le hundfa el pene en el ano, la tensi=n de la soga en el cuello se aliviaba fugazmente. Durante un breve instante era el mercenario quien cargaba con casi todo su peso. Fruto de la desesperaci=n intent= rodearle con las piernas. Era muy diffcil teniTndolo a la espalda. Cuando lo consegufa e intentaba tirar hacia arriba, se resbalaba.


Los hombres en el p·blico se rieron de los torpes intentos de Emilie. Nox no. Estaba disfrutando enormemente. La falta de oxfgeno, el movimiento de piernas, hacfan que los m·sculos de los gl·teos se tensasen. Era como si ademßs de estßrsela follando ella le intentase masturbar con el culo. Desde luego no era intencionado, lo cual excitaba a·n mßs a Nox. Querfa que aquello durase. Embestfa con fuerza, pero lo hacfa despacio. Sabfa que permitfa algo ligeramente parecido a la respiraci=n cuando mantenfa a la hechicera en el aire. Le encantaba. No era un gesto de compasi=n. Prolongaba mßs la agonfa.


Emilie segufa intentando sostenerse de alg·n modo. Tenfa los ojos abiertos como platos. La boca tambiTn. Trataba de meter tanto aire en el cuerpo como fuese posible. Vefa algunos puntos blancos, cada vez mßs. Lloraba intensamente, juntando las lßgrimas con la saliva que comenzaba a escaparse entre los labios. Ya no le importaba que sus pechos rebotasen de abajo arriba frente a todo el mundo. Solo podfa pensar en la agonfa, en el miedo. El dolor en el ano tambiTn era tremendo, pero no querfa dejar de sentirlo. Por ir=nico que resultase querfa una violaci=n larga. En cuanto acabase ya no habrfa mßs oxfgeno. Por desgracia comenz= a notar el ritmo cada vez mßs rßpido. En parte fue bueno, pudo respirar con mßs frecuencia. En parte fue malo porque al final lleg= el momento que temfa. Not= el semen inundarle las entra±as. Not= el pene salir completamente de su orificio anal. Trat= de volver a agarrar a su violador con las piernas. Este se acab= alejando. Emilie colgaba ya ·nicamente por el cuello. Ya no habfa ning·n momento en que entrase aire.


Volvi= a patalear. Primero movfa las piernas, descoordinadamente,  de adelante atrßs. Luego las abri= y cerr= un par de veces para volver al patr=n anterior. Por detrßs, los pu±os se abrfan y cerraban. Sin darse cuenta la lengua comenz= a asomar entre los labios. Pronto los movimientos fueron volviTndose menos enTrgicos. No solo habfa extenuado los m·sculos, tambiTn habfa agotado las reservas de aire. Un minuto mßs y apenas pataleaba. Movfa alguna pierna errßticamente, nada mßs. Entonces Nox volvi= a acercarse espada en mano. De forma rßpida y precisa, en un solo tajo, cort= la cuerda que ataba las manos de Emilie.


Emilie not= las manos libres. Las subi= poco a poco, despacio, hasta el cuello. Intent= meter los dedos bajo la soga. Era imposible. Movi= el derecho mßs arriba. Trataba de llegar por encima de la cabeza, agarrar la cuerda, y tirar para sostenerse con las manos. Sin embargo no acert= a encontrar la cuerda. Manote= de forma lenta e imprecisa varias veces. En alguna ocasi=n los dedos llegaron a chocar con la soga, pero no tuvo reflejos para agarrarla. Tampoco habrfa tenido fuerzas para levantarse en peso. Poco tiempo despuTs dej= caer los dos brazos. Pasaban los segundos y ya apenas se movfa. Solo una sacudida de vez en cuando, luego quedaba inerte y, tras unos segundos, otra sacudida mßs. Estas sacudidas se distanciaban cada vez mßs en el tiempo hasta que dejaron de producirse. De pronto comenz= a caer un chorrillo de orina desde la vagina, formando un peque±o arco frente a ella. El chorrillo fue menguando, perdiendo fuerza, hasta acabar deslizßndose por los muslos de la hechicera. Finalmente muri=.




Bajaron el cadßver del ßrbol unos minutos despuTs. Querfan asegurarse. Siric dio permiso a quienes quisieran para follßrsela durante el siguiente par de horas. De nada sirvieron los gritos de horror de las mujeres. Erin fue la que mßs protest= ante aquella atrocidad, pero Siric la agarr= del pelo y la llev= a la fuerza al interior de la mansi=n. Querfa volver a follßrsela, pero en una cama.


Cuando Siric volvi= a salir, tras sanar a Erin y dejarla atada a la cama, el cuerpo de Emilie estaba recubierto de semen. Vagina, ano, rostro, boca, pelo. Todo. Algunos de los hombres habfan elegido otras mujeres para seguir saciando sus bajos instintos. Era una especie de ritual de la victoria para los n=rdicos. Era verdad que un grupo de novicias se habfa escapado, pero en general habfa sido una victoria casi absoluta. La barrera se romperfa en unas horas. Sabfa d=nde encontrar su varita mßgica. Tenfa el poder mßgico de las supervivientes para "alimentarse" durante las pr=ximas batallas. Estaba metiendo el cuerpo de Emilie en uno de esos bloques helados. Iba a dejar el cuerpo allf, coronando los demßs cadßveres, pero cuando acabase harfa que fuesen a buscarlo para tenerlo como trofeo. Por si todo aquello fuese poco, tenfa a Erin. El poder mßgico de la joven era descomunal, y ademßs podfa disfrutar de una "virgen" cada noche. Con su venganza consumada, su enemiga muerta, la hermana peque±a de esta esclavizada, parecfa haber empezado la guerra con muy buen pie. Si todo segufa desarrollßndose asf, el mundo serfa suyo en poco tiempo.




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